Sucedió en los tiempos en que por fin estaba rehaciendo su vida, que Andrés conoció a Analía.
En esa misma época y desde hacía unos años, Analía salía con José, el hombre al que amaba con toda su alma.
Por esos tiempos y durante casi toda la vida de ambos, José y Lucrecia eran novios, amigos, amantes, pareja, y dentro de poco marido y mujer.
Lucrecia amaba a José desde siempre. Él había sido su único hombre, tan sólo porque con él bastaba. Él la llenaba por completo, a su lado no precisaba de nadie más.
En algún momento de su envidiable relación, José conoció a Analía, y fue víctima de su dulzura y simpleza, de los aires de vida eterna que emanaban de su ser. No pudo evitar enamorarse de ella, aunque tampoco pudo lograr dejar de amar a Lucrecia.
Analía conocía las reglas del juego. Nunca se había quejado, nunca le hizo falta. Por lo general le bastaban las sobras del tiempo de la otra relación, y cuando no era así, sólo dejaba pasar los días.
Cuando Analía conoció a Andrés, comenzó a cuestionarse las bases del amor, a exigir tiempos y partes. Encontró a un hombre que le daba todo lo que necesitaba y aún más. Lejos de conformarse con eso, necesitó que José le diera todo aquello que para ella era absoluta novedad.
Algunas personas tienen el corazón tan grande, y un amor tan abnegado que son capaces de perdonar cualquier cosa, incluso el no tener exclusividad en el amor, aunque estos corazones amen sólo a una persona durante toda la vida.
Algunas otras, tienen el corazón tan grande y son dueñas de un amor tan poderoso, que son capaces de amar con la misma intensidad a dos personas al mismo tiempo.
Cada uno de estos tipos sufren por su condición, y se disputan eternamente quiénes cosechan las heridas más profundas, como si la condición de sufrimiento hiciera a su amor más noble.
Analía dejó a Andrés.
Andrés quedó nuevamente con el corazón destruido.
José decidió casarse con Lucrecia.
Lucrecia desposó al hombre que siempre había amado.
Analía y José nunca se dejaron, ni estuvieron libremente juntos.
Lucrecia nunca quiso enterarse que existía otra mujer.
Todos, en algún momento, murieron un poco por causa de ese amor.