Hay quienes dicen que las parejas perfectas están compuestas por personas que quieren lo mismo, que buscan lo mismo. Y hay quienes aseguran que las parejas ideales se forman con personas totalmente opuestas, y que entre ellas se complementan.
Martín y Luciana siempre fueron del primer tipo. Se conocieron cuando tenían 6 años. Ambos querían el mismo y último alfajor del kiosco de la escuela, y en un acto de caballerismo heroico Martín decidió comprarlo, dividirlo en partes iguales y entregarle una mitad a aquella hermosa y pequeña desconocida.
Crecieron juntos y se amaron desde el primer momento. Tuvieron tiempos mejores y tiempos peores, pero crecieron: buscando las mismas cosas, con los mismos sueños, los mismos ideales, los mismos valores. Se realizaron en lo personal, y llegado el momento decidieron ser su propia familia.
Una tarde de verano y en mitad de sus vacaciones fueron juntos a la panadería a salvarse del hambre que provoca el agua. Esa tarde, como no podía ser de otra manera, sucedió una vez más: vieron y quisieron lo mismo.
La muchacha de la panadería había sido conocida desde pequeña en la zona por su belleza, su simpatía y su humildad. Desde esa tarde también fue conocida por ser el objeto de deseo de una pareja, y por ser la causante del fin de un perfecto matrimonio.
Martín y Luciana siempre fueron del primer tipo. Se conocieron cuando tenían 6 años. Ambos querían el mismo y último alfajor del kiosco de la escuela, y en un acto de caballerismo heroico Martín decidió comprarlo, dividirlo en partes iguales y entregarle una mitad a aquella hermosa y pequeña desconocida.
Crecieron juntos y se amaron desde el primer momento. Tuvieron tiempos mejores y tiempos peores, pero crecieron: buscando las mismas cosas, con los mismos sueños, los mismos ideales, los mismos valores. Se realizaron en lo personal, y llegado el momento decidieron ser su propia familia.
Una tarde de verano y en mitad de sus vacaciones fueron juntos a la panadería a salvarse del hambre que provoca el agua. Esa tarde, como no podía ser de otra manera, sucedió una vez más: vieron y quisieron lo mismo.
La muchacha de la panadería había sido conocida desde pequeña en la zona por su belleza, su simpatía y su humildad. Desde esa tarde también fue conocida por ser el objeto de deseo de una pareja, y por ser la causante del fin de un perfecto matrimonio.
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