Esa noche fueron dos soledades unidas.
Ella estuvo varios días preparándose para la ocasión, él hasta se sorprendió de verse involucrado en sus planes.
Comieron, bebieron, se miraron… sucedió también que en un momento de la noche se besaron.
Ella lo miraba sentado a su lado, con esa añoranza de lo no sucedido.
Él la miraba, de vez en cuando la miraba, preguntándose por qué no la veía, por qué ya no estaba.
Se tomaron de las manos y no agarraron nada. Entonces sucedió el abrazo, el que viene con ganas de que no acabe nunca.
La noche era la misma: la misma noche oscura, despejada, estrellada. El mismo frío nocturno que requiere frazada.
Ellos hacía un tiempo que no eran los mismos.
Decidieron emprender el regreso a casa, cada uno. A su casa.
Entonces se quedaron de pie uno al lado del otro mirando hacia adelante.
Ninguno de los dos supo quién empezó a caminar primero.
La noche quedó vacía, triste y majestuosamente estrellada.
1 comentario:
No me cansaria de leer este relato jamas.- A su Casa.- Perfecta sintesis de posesion que ya no se comparte...
CrZ.
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